«29 DE FEBRERO» -1976: Un pecado original

 

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Se sabe que se muere el protagonista desde antes de empezar la película, se muere por sus excesos, por el vértigo, porque no puede regular la velocidad con la que irremediablemente se aproxima tan rápido a su muerte, un hombre que va a morir cómodo en su piel, querible para todos, pero todos terminan alegres y contentos en que al fin la muerte lo haya alcanzado. Con sólo escuchar los acordes de la primera canción, aprendemos que la muerte es una cuestión de velocidad de la trayectoria. Parece que el protagonista se quisiera morir más de una vez en esta vida. Es una de las películas que más me gustó de todas las que he visto y me gusta volver a verla. No se habla de remake ni de secuelas, ni precuelas; el protagonista ya está muerto, bien muerto; en la película como en la vida, la muerte es una sola, por eso no hay ni rumores de una segunda parte.

 

Hubo una película anterior muy singular sobre una muerte, una comedia, o comedia-dramática. Una muerte que no debió haber sido y una suerte de mecanismo angelical para reparar el error y devolverle la vida a quien murió por error. La convicción del protagonista, quien reclama a un conjunto de burócratas -a las puertas del cielo- que jamás pudo haberse muerto pues en el campo de juego de futbol americano no le había pasado nada, que no hubo siquiera contacto físico con el contrario como para morirse, hace confesar al emisario de la muerte que se había equivocado y que, para evitarle un dolor innecesario, se había llevado su alma antes de que el golpe con el cuerpo del contrario se produjera.

 

El planteo es verosímil, por dos razones: siendo la primera una cuestión de índole más bien técnica, la segunda es puramente artística.

 

En lo técnico, el protagonista es un eximio deportista que tiene todo bajo control: el movimiento de su cuerpo, la velocidad de carrera y la trayectoria de su desplazamiento, tanto como la velocidad de carrera y la trayectoria de desplazamiento del cuerpo del jugador contrario; por lo que estaba seguro de que no habían chocado.

 

La segunda razón es en virtud del arte de Hollywood (no en vano se llama “madera sagrada”) en cuanto a que un actor está absolutamente convencido de que no debió haber muerto y logra con ello, convencer a todo el público. La película es muy entretenida porque, los burócratas y el “muerto por error” deben buscar un cuerpo apropiado para  que el “muerto por error” pueda “volver a la vida” en una persona viva que esté a punto de morir.

 

Dios ilumina al pecado original, que es un pecado que nunca nadie ha cometido antes, como el que cometí durante el último año de la escuela primaria al instigar a una compañera a que arrojara por el inodoro el llavero con unas quince llaves correspondientes a todas las aulas del piso superior de la escuela, que yo había encontrado luego de que la celadora nos pidiera a todos los alumnos que lo buscáramos pues estaba perdido. Como las aulas estaban cerradas, no tuvimos clases durante toda la mañana, hasta que llegó un cerrajero.

 

Luz cenital, reflejada en cada tubito, luz no propia, a veces impropia, de arriba hacia abajo, viene bajando; viene bajando para iluminar el pecado original.

 

A quienes no les gusten las corporaciones y tampoco les gusta que los pisen sin miramientos, tendrá que colgarse de un cairel, salir del piso y colgarse o cometer algún pecado original inconfesable.

 

Colgarse como las arañas, que no andan por abajo; se cuelgan por arriba por una cuestión de supervivencia.

 

Nosotros no tenemos telarañas, no las sabemos fabricar. Tenemos caireles hacia arriba y hacia abajo para colgarnos.

El tiempo apremia, porque es bueno o malo, porque queremos andar de cairel en cairel y no podemos detenernos, a riesgo de caer y de volver al piso.

 

El tiempo es malo o bueno para cada acción humana, es cuestión de sincronizar la oportunidad.

 

Al fin te tiras del cairel en algún buen o mal momento, en tiempo oportuno o inoportuno.  Antes o después del mejor momento vendrá lo nuevo, inexorablemente, aunque sean los acordes de un tango instrumental difundido por una radio en frecuencia modulada en Costa Rica y escuchado camino a un nuevo volcán del cinturón de fuego del Pacífico.

 

La puerta del cielo es de hoja simple y se abre de tanto en tanto, por lo que hay que soltarse a tiempo. Soltarse es perder y perder es dar, darse por entero. Ya lo consideró así la Contabilidad hace quinientos años; las pérdidas se debitan, o sea, forman parte de lo que puede transformarse en ganancia.

 

Parece un contrasentido, pero no lo es.  Las ganancias cobraron forma y no se trasforman, una pérdida consume la capacidad de transformación.  Hay transformación cuando se suma y se resta del activo, todo pura y exclusivamente del lado izquierdo del balance.

 

Jugamos a ganar y después de perder, no se vuelve a jugar de la misma manera, revalorizamos la capacidad de transformación de los activos.

Flavia Di Cino

29  de Febrero / Flavia  Di Cino. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Flavia  Di Cino, 2018.

203 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-42-7875-3

1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

CDD A863

Boletín Oficial 28/05/2018 (Página 10):

file:///C:/Users/Usuario-PC/Downloads/5540786A01%20(4).pdf

Registro: RL-2018-25134065-APN-DNDA#MJ

https://www.boletinoficial.gob.ar/pdf/pdfAnexoPrimera/5540786A01…/20180611/0

file:///C:/Users/Usuario-PC/Downloads/5540786A01.pdf

 

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